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miércoles, mayo 20, 2015

«Lo siento, me he equivocado»



El título del artículo de hoy es una fórmula cada vez más utilizada para entonar una disculpa. Que sea habitual no significa que sea válida. Disculparse consiste en solicitar indulgencia por un hecho deliberado que ha causado algún tipo de daño. Sin embargo, cuando uno comete una equivocación no sabe que se está equivocando, está imbuido en una acción categóricamente involuntaria. En el equívoco uno no ve que está tomando una dirección errónea, no  intuye nada que le haga advertir que se dirige hacia un lugar que no es el deseado. Está persuadido de que está realizando bien lo que en el futuro la realidad sancionará como mal.  Esta es la orografía de la equivocación y el error. Por el contrario, en muchas ocasiones, los que se excusan citando el título de este texto sabían muy bien el curso de acción que estaban ejecutando, no había el más mínimo atisbo de yerro en su proceder. Una prueba que se repite entre sus usuarios es que han tratado de ocultar sus hechos, invisibilizar su comportamiento para evitar la sanción. Su opacidad delata su intencionalidad.

¿Por qué entonces se señala como equivocación lo que es una intencionada acción carente de ética, o falta de escrúpulos, o un comportamiento ya no execrable sino directamente punible? Si yo cometo un latrocinio, no me estoy equivocando, sé muy bien que estoy conculcando la ley. Esta fórmula degrada al rango de desorientación una conducta muy premeditada, ritualiza como error lo que es un muy estudiado acto de volición. Se metamorfosea en rol pasivo aquello que sin embargo es tremendamente activo. Intenta reparar la reputación sin necesidad de admitir culpa alguna, o suavizando la presencia de dolo. La disculpa es eficaz si uno reconoce la culpa que ha cometido, se expone a la vergüenza al hacer público el contenido de esa culpa, y a renglón seguido hace propósito de enmienda. La disculpa por tanto se debería encapsular lingüísticamente de otro modo: «Lo siento. He cometido un delito», o «Lo siento. Mi comportamiento ha sido reprobable». Si uno pide disculpas argumentando que se ha equivocado no reconoce culpa alguna, porque en la equivocación no hay culpable. Esta excusa es muy fácilmente refutable: «No, no, te has equivocado, te hemos pillado, que es muy distinto».



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